viernes, 31 de octubre de 2014

EL INICIO DE "NO MÁS FANTASMAS"

Hola a todos.
Si sentís curiosidad por saber dónde empieza el relato No más fantasmas, aquí os dejo el link donde podéis empezar a leer esta historia llena de amor y con mucho misterio. El link pertenece a mi blog "Un blog de época".

http://unblogdepoca.blogspot.com.es/2014/10/reto-el-fantasma-del-toro.html

Próximamente, todos los relatos que han formado parte del Reto de Halloween del blog "Acompáñame" podrán leerse en una Antología en formato PDF y de manera gratuita.

jueves, 30 de octubre de 2014

NO MÁS FANTASMAS

Hola a todos.
Lo prometido es deuda.
Aquí tenéis el desenlace.
¡Espero que os guste!

MONTAÑA CLARA, EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS ISLAS CHINIJO, EN CANARIAS, 1622

                         Mi querida Chencha:

                      Hace unos meses, Esteban y yo decidimos abandonar Tordesillas. 
                     Hemos venido a parar a este lugar. A esta apartada isla...Tan lejos de Tordesillas...Tan lejos de todo...
                     Me cuesta trabajo creer que estemos viviendo en este lugar. Pero es cierto. 
                    Puedes creerme, Chencha. 
                    No me arrepiento. Estoy muy contenta. Hemos dejado lejos los rumores. Las historias de brujas...De toros salidos del Infierno...
                   Eso no es cierto. 
                  Pero nadie me cree. 
                  En la villa, me miraban de un modo raro. Yo creo que los vecinos han llegado a creer que soy una bruja. Por ese motivo, Esteban y yo nos hemos ido de Tordesillas. 

                           Isabel y Esteban abandonaron Tordesillas después de casarse. Estuvieron viajando por toda España durante meses. Decidieron ir a visitar el archipiélago de Canarias. 
                           Por casualidad, fueron a parar a una isla pequeña y tranquila. Vivía poca gente en ella. Y la gente era muy hospitalaria. 
                           La llamaban Montaña Clara. Esteban decidió arrendar una casa allí. 
                           Se propuso que sacaría adelante como pudiera a Isabel. Y en ello estaba. A su amada esposa no le faltaba de nada. 
                           Isabel se enamoró de Montaña Clara nada más verla. Era un lugar muy diferente de Tordesillas. Los vecinos no hablaban de brujas. No sabían nada acerca de toros infernales. 
                           Le escribió una carta a la hermana María Inocencia. En la carta, ponía sus señas. Y le aseguraba que era muy feliz. 
                            Isabel salió a dar un paseo. Sus pasos la llevaron hasta el manantial que hay en la isla y al que las mujeres acuden a lavar la ropa. O a coger agua con sus cántaros. Le gustaba escuchar el sonido del agua que caía de entre las rocas. 
                           


                   Esteban se acercó a Isabel y ella le cogió las manos. Tenía las manos heladas e Isabel se las besó con devoción. 
-Soy muy feliz-afirmó ella-Vivo en una especie de Paraíso en La Tierra. 
                          Eso era lo que Esteban más deseaba oír. La confirmación de labios de Isabel de que él la hacía feliz. 
                           Esteban rodeó con su brazo la cintura de Isabel y la acercó a su cuerpo. La joven rodeó con sus brazos el cuello de su marido. 
                              Le besó con suavidad en los labios. 
                              Permanecieron un rato abrazados. Isabel hundió su cara en el pecho de Esteban. Y el joven la besó con ternura en los labios cuando ella, al cabo de un rato, alzó la mirada. 
                               La besó en la mejilla. 
-Será mejor que volvamos a casa-le sugirió-Ya ha anochecido. Hace frío. Volvamos a casa, Isabel. 
                              Los dos regresaron a casa sin disimular su prisa. Lo que más deseaban en aquellos momentos era buscar el refugio de su habitación. Toda la servidumbre que tenía (una criada, una cocinera y una doncella) se había retirado a sus habitaciones. 
                            Ya estaban dormidas. Y ellos estaban solos. Deseaban tener un hijo. Entonces, serían muy dichosos. 
                          Subieron sin hacer el menor ruido a su habitación. Isabel disimuló una risita. Todavía eran unos recién casados. 
-No hagas ruido-le siseó a Esteban. 
-¡Ay, Isa!-suspiró él.                              
                         Isabel y Esteban entraron en su habitación. 
                         Isabel se desnudó ella misma. No quiso pedir ayuda a su doncella. 
                         Pensó en lo disparatada que podía llegar a ser la vida. No hacía ni un año que estaba viviendo en Tordesillas. 
                         Era una joven soltera que había descubierto lo que era el amor y la pasión. Y, ahora, se encontraba viviendo en una isla lejos de Tordesillas. Una mujer casada...Y enamorada...
                         Que yacía acostada en la cama. Desnuda...Y a punto de entregarse a su marido. 
                         Cuando Esteban terminó de desnudarse del todo, se acostó en la cama al lado de Isabel. 
                         Podía pasarse toda la noche demostrándole de manera física lo mucho que la amaba. 
                         Sentía que era parte de ella cuando estaba encima suyo. Amaba a Isabel desde la primera vez que la vio. Cuando se asomó a la ventana de su casa para ver cómo pasaba el toro que había sido soltado para lancearlo el día del torneo. 
                        Entonces, supo que Isabel era la mujer que siempre había estado esperando. Una mujer que deseaba viajar, al igual que él. Pero que también deseaba fundar su propio hogar. Una mujer diferente al resto de mujeres que había conocido. Isabel tenía algo que la hacía especial. Lo advirtió cuando vio que apartaba su mirada en el momento en el que toro empezaba a ser lanceado. Y porque no terminaba de creerse aquel rumor. 
                       Lo de que las personas que habían sido heridas por asta de toro habían sido atacadas por una especie de toro salido del Averno. 
                         Se olvidaron de todo. Mientras se besaban. Mientras se devolvían el uno al otro beso por beso, pensaron que habían nacido para estar juntos. 
                          Se besaron de manera íntima mientras intentaban darse placer el uno al otro. Se conocían demasiado bien. 
                          Isabel sentía el cuerpo de Esteban encima de ella. Abrazándola. Notaba cómo una de sus manos acariciaba su cabello. Cómo la otra mano recorría su cuerpo. Podía sentir los labios de Esteban besando su garganta. Cómo la besaba en los hombros. 
                        Cómo besaba uno de sus pechos. Cómo recorría con sus labios el vientre de ella. Se susurraron palabras llenas de amor. 
                        De noche, cuando aparecían las estrellas, la cama era el lugar donde ambos se refugiaban. Donde las manos del uno recorrían el cuerpo del otro. Dónde los labios del uno recorrían con adoración cada centímetro de la piel del otro. Lamiendo. 
                          Y, aquella noche, como otras muchas noches, se fusionaron convirtiéndose en un sólo ser. 
                          Al acabar, Isabel besó con arrobo los labios de Esteban. Todavía no podía creerse nada de cómo había evolucionado su vida. 
-¿Nunca has pensado en regresar algún día a Simancas?-le preguntó-¿O de que volvamos algún día a Tordesillas? Cuando ya no se hable nunca más del dichoso toro. 
                       Esteban le dio un beso en la punta de la nariz. 
-Puede que sea verdad lo que se cuenta-respondió el joven-Puede que existan demonios en forma de toro dispuestos a hacer el Mal. Eso no se sabe. 
-Yo creo que hay alguien de carne y hueso haciendo daño a los demás-opinó Isabel-Y se aprovecha de la superstición de la gente. 
                         Isabel fue la primera que se quedó dormida. 
-Descansa-le dijo a su marido. 
                         Isabel era una joven racional, pero, al mismo tiempo, era apasionada. Una curiosa mezcla que volvía loco a Esteban. Que le hacía querer saber más acerca de ella. 
                         Cuando su cuerpo invadía el cuerpo de ella, sentía que había nacido para estar dentro de ella. Que sólo vivía para sentir cómo las uñas de Isabel se clavaban en su espalda cuando se amaban. Antes de quedarse dormida, Isabel cogió las manos de Esteban y se las besó. Le miró a los ojos unos segundos con adoración antes de cerrarlos para quedarse dormida.  
                          Esteban rodeó con sus brazos la cintura de Isabel. Y ella apoyó la cabeza sobre su hombro. 
-Duerme, amor mío-le susurró-Y nunca tengas miedo. 

                           Mi querida Isabel:

                          Rezo mucho por ti. Rezo para que Dios os proteja a Esteban y a ti. He recibido con gran alegría tu carta. 
                         El saber que eres feliz me llena de dicha. Las cosas no han cambiado por Tordesillas. 
                         Han arrestado a dos mujeres acusadas de brujería. Dicen que ellas son las que han invocado al toro infernal para hacer daño. Mucho me temo que serán condenadas. 
                          Intento ser racional, mi querida Isabel. Pero el miedo me vence. 
                          Por suerte, tienes a tu lado a un hombre bueno y cariñoso que te ama de verdad. Rezad los dos mucho y de corazón para que esa felicidad sea eterna. Y apoyaos en Dios siempre. 
                           Hemos hecho voto de silencio en el convento. No podemos hablar entre nosotras durante un mes. ¡Quiera Dios que sea para bien! Le pido que nos proteja. Le pido a la Virgen de la Peña que interceda ante Dios por nosotros. Verdad o mentira, ese toro infernal me aterra. Y no sé cuál es la verdad. Me temo que nunca sabremos la verdad, mi querida Isabel. 

                           Avancemos un poco. 
                          Nunca se ha sabido la verdad. 
                          Nunca se ha sabido si de verdad existió un toro infernal. 
                          O si, en realidad, era un hombre o una mujer de carne y hueso. Alguien que disfrutaba haciendo daño a la gente. Y que se aprovechó de un tiempo de superstición para poder salir impune de sus delitos. Pero la leyenda del toro infernal sigue circulando a día de hoy. Incluso, hay quien afirma que oye mugir a un toro cerca de la vega cuando el ganado ya se ha recogido. Unos turistas ingleses dicen que vieron de noche correr a un extraño toro. 
                          Tenía los ojos de color rojo sangre. 
                         En cuanto a Esteban e Isabel, sólo se puede decir que fueron muy felices. De su matrimonio nacieron dos hijas que, a su debido tiempo, se casaron y tuvieron hijos. 

FIN
                   

miércoles, 29 de octubre de 2014

NO MÁS FANTASMAS

Hola a todos. 
Como ya sabéis, participo en el reto que han organizado nuestros amigos del blog "Acompáñame" para celebrar Halloween. 
El relato con el que participo me pareció que era demasiado largo, de modo que lo he dividido en dos partes. 
La primera parte, forma parte del reto y la podéis leer en mi blog "Un blog de época". 
La segunda parte, podéis leerla a continuación. 
Está dividida en dos partes. 
Se titula No más fantasmas. De esta manera, pongo punto y final a una historia que de la que escribí media hoja hace once años y que abandoné. De no ser por el reto de Halloween del blog "Acompáñame". De no ser por los sabios consejos que he recibido. Posiblemente, esta historia habría seguido siendo media hoja escrita en Word y olvidada en una carpeta de mi ordenador. 
La primera parte la podéis leer hoy. La segunda parte la podéis leer mañana de seguro. 
Espero que os guste. 


NO MÁS FANTASMAS

                      El año 1622 había empezado. 
                      Después de la Epifanía de los Reyes Magos, Isabel Duarte acudió al Monasterio de Santa Clara, situado en la villa de Tordesillas, para ver a su mejor amiga, la hermana María Inocencia. Isabel se sentía rara cada vez que entraba en el locutorio. Unas celdillas la separaban de la que para ella era como una hermana. 
                       También se le hacía raro ver a su amiga vistiendo el hábito de monja. La hermana María Inocencia no había renunciado a su nombre laico. 
                       Pero Isabel la recordaba como una joven de carácter más bien alocado. No soportaba llevar puesta la gola. Odiaba tener que llevar el cabello recogido en un moño. Soñaba con vivir numerosas aventuras. Con viajar a países lejanos y exóticos. 
                         Y, sin embargo, había terminado profesando como monja clarisa. 
-¡Qué alegría me da verte, Isabel!-exclamó la hermana María Inocencia cuando entró en el locutorio-No te esperaba. 
-He venido a darte una noticia-atacó la aludida-Voy a casarme. 
-¿Cómo dices?
                         Isabel le contó a la hermana María Inocencia cómo había conocido a Esteban en el pasado Torneo del Toro de la Vega. Cómo se habían enamorado. Y cómo habían empezado un apasionado romance. 
                             La hermana María Inocencia escuchaba con estupor cómo Isabel le relataba cómo había yacido desnuda entre los brazos de Esteban recibiendo sus besos apasionados. 
-¡Eso no es nada propio de ti!-se escandalizó la hermana María Inocencia-¿Cómo has podido perder tu honra con ese joven? ¿Sabes lo que se dice? Una mancha en la honra con sangre se lava. 
-Ni mi padre ni mis hermanos saben nada-contestó Isabel con tranquilidad.
-¿Y por qué os vais a casar?
-Esteban vino ayer a mi casa y le pidió mi mano a mi padre en matrimonio. Esteban dice que no podemos estar separados y que no le basta con que nos veamos de manera furtiva a la orilla del río. Quiere que nos casemos. 
                               A través de las celdillas, la hermana María Inocencia vio cómo la cara de Isabel estaba radiante de dicha. Cómo su sonrisa parecía iluminar el locutorio. Cómo sus ojos brillaban. Deseó poder salir de aquel lugar. 
                              Abrazarla. 
                              A simple vista, Isabel no había cambiado. Llevaba puesto un sobrio vestido de color gris, que hacía juego con el color de sus ojos. Llevaba su cabello negro recogido en un elaborado moño. 
                              Pero Isabel había cambiado. El amor había llegado con fuerza a su vida. Y el hombre del que se había enamorado la correspondía. Ello despertó en la hermana María Inocencia recuerdos muy dolorosos. 
-Una vez, estuve enamorada-le confesó a Isabel. 
-He oído algunos rumores-admitió su amiga. 
-Yo sí creo que existe un toro salido del Infierno que vaga por la vega. Mató al hombre que amaba. Mi vocación religiosa es sincera. Pero...Él me hacía dudar por lo que sentía yo por él. Nunca se lo dije. Ha sido mi mayor secreto. Aunque...
-La gente habla. 
-Tú serás feliz al lado de ese joven llamado Esteban. Te aseguro que soy feliz viviendo en el Monasterio. Aunque...Bueno...Ya no importa. Dios es misericordioso. Cuidará de ti. 
                             Los ojos de la hermana María Inocencia se llenaron de lágrimas. 
                             Le dolía mucho tener que despedirse de Isabel. Esteban no pensaba quedarse en Tordesillas. Tampoco pensaba regresar a Simancas. Él quería seguir viajando. Y la idea de viajar junto a su amado llenaba de alegría a Isabel. Él la llevaría a recorrer toda España. 
                            Pero no podían pasarse la vida entera viajando. 
                            Antes o después, debían de encontrar un lugar donde vivir. Tener su propio hogar. Fundar una familia. 
                            Y estaba también lo que se decía de aquel extraño toro. Podía ser una invención de la gente. Pero también podía ser real. La hermana María Inocencia no se lo contó a nadie. Pero creía oírlo mugir en la noche. Cuando yacía acostada en el camastro de su celda. 
                            Sentía miedo. Y sabía que Isabel también sentía miedo. 
                            Pero no quisieron hablar de ello. 
-Cuídate mucho, Chencha-le pidió Isabel. 
-Rezaré mucho por ti, amiga-le aseguró la hermana María Inocencia. 
-El toro...
-Si ese animal ha sido puesto en la vega por obra de Satanás, Dios acabará con él. No te preocupes. Y reza mucho, Isabel. 
-Así lo haré. 
-Vas a ser muy feliz. Eso es lo más importante. 
                            Pasaron algunos meses. 
                            La hermana María Inocencia era consciente de que nunca más volvería a ver a Isabel. 
                            Le llegó una carta suya después de Semana Santa. 
                            Isabel le aseguró en la carta que estaba muy bien. Y que se sentía la mujer más feliz del mundo. 
                             Pero no sabía cómo hablar con su mejor amiga de la intimidad que compartía con Esteban. Se había casado con él. 
                            


                            No sabía cómo expresar en sus cartas lo dichosa que era cuando se unía en el lecho a Esteban y él la besaba con ardor. Cómo ella le devolvía con el mismo ardor todos los besos que él le daba.
                            Cómo sentía las manos de él acariciando su cabello suelto. Lo feliz que era al abrazarle. O cuando Esteban llenaba de besos cada centímetro de su piel.
                             La hermana María Inocencia deseaba saber dónde estaba viviendo Isabel con su marido. Entonces, podría escribirle una carta.
                             Podría contarle que el toro fantasmal había vuelto a atacar. Que se había cobrado la vida de otro hombre.
                             La gente tenía miedo en la villa. Decían que la mujer que había sido arrestada acusada de brujería no era quien había traído a aquel toro sacado del Infierno.
                             La hermana María Inocencia intentaba ser valiente.
                            Pero su compañera de celda rezaba mucho. Estaba convencida de que aquel extraño toro iría al convento. No se conformaría con matar a los vecinos de la villa.
-Vendrá a por nosotras-le aseguró con voz temblorosa una noche en que se puso de rodillas sobre su reclinatorio para rezar-Es el propio Diablo quien guía sus pasos.
-Entonces, se nos dirá lo que debemos de hacer-dijo la hermana María Inocencia.
-Ya hemos empezado con el ayuno.
-Se nos impondrá otra penitencia aún mayor.
                             En septiembre, se celebró de nuevo el Torneo del Toro de la Vega. Pero había mucho miedo entre los lanceros.
                             La sobrina del ama de llaves del Corregidor fue corneada una noche cuando regresaba del cementerio de colocar flores en la tumba de su amante. La joven estuvo agonizando durante tres días. El toro le había perforado un pulmón, según dictaminó el médico que la atendió. La joven murió al cuarto día. En su delirio, hablaba un toro que era guiado por el mismísimo Satanás.
                         Al día siguiente de aquel trágico suceso, la hermana María Inocencia recibió una carta. Era de Isabel.
                          Una alegría en medio de tanta desgracia, pensó.