viernes, 31 de octubre de 2014

EL INICIO DE "NO MÁS FANTASMAS"

Hola a todos.
Si sentís curiosidad por saber dónde empieza el relato No más fantasmas, aquí os dejo el link donde podéis empezar a leer esta historia llena de amor y con mucho misterio. El link pertenece a mi blog "Un blog de época".

http://unblogdepoca.blogspot.com.es/2014/10/reto-el-fantasma-del-toro.html

Próximamente, todos los relatos que han formado parte del Reto de Halloween del blog "Acompáñame" podrán leerse en una Antología en formato PDF y de manera gratuita.

jueves, 30 de octubre de 2014

NO MÁS FANTASMAS

Hola a todos.
Lo prometido es deuda.
Aquí tenéis el desenlace.
¡Espero que os guste!

MONTAÑA CLARA, EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS ISLAS CHINIJO, EN CANARIAS, 1622

                         Mi querida Chencha:

                      Hace unos meses, Esteban y yo decidimos abandonar Tordesillas. 
                     Hemos venido a parar a este lugar. A esta apartada isla...Tan lejos de Tordesillas...Tan lejos de todo...
                     Me cuesta trabajo creer que estemos viviendo en este lugar. Pero es cierto. 
                    Puedes creerme, Chencha. 
                    No me arrepiento. Estoy muy contenta. Hemos dejado lejos los rumores. Las historias de brujas...De toros salidos del Infierno...
                   Eso no es cierto. 
                  Pero nadie me cree. 
                  En la villa, me miraban de un modo raro. Yo creo que los vecinos han llegado a creer que soy una bruja. Por ese motivo, Esteban y yo nos hemos ido de Tordesillas. 

                           Isabel y Esteban abandonaron Tordesillas después de casarse. Estuvieron viajando por toda España durante meses. Decidieron ir a visitar el archipiélago de Canarias. 
                           Por casualidad, fueron a parar a una isla pequeña y tranquila. Vivía poca gente en ella. Y la gente era muy hospitalaria. 
                           La llamaban Montaña Clara. Esteban decidió arrendar una casa allí. 
                           Se propuso que sacaría adelante como pudiera a Isabel. Y en ello estaba. A su amada esposa no le faltaba de nada. 
                           Isabel se enamoró de Montaña Clara nada más verla. Era un lugar muy diferente de Tordesillas. Los vecinos no hablaban de brujas. No sabían nada acerca de toros infernales. 
                           Le escribió una carta a la hermana María Inocencia. En la carta, ponía sus señas. Y le aseguraba que era muy feliz. 
                            Isabel salió a dar un paseo. Sus pasos la llevaron hasta el manantial que hay en la isla y al que las mujeres acuden a lavar la ropa. O a coger agua con sus cántaros. Le gustaba escuchar el sonido del agua que caía de entre las rocas. 
                           


                   Esteban se acercó a Isabel y ella le cogió las manos. Tenía las manos heladas e Isabel se las besó con devoción. 
-Soy muy feliz-afirmó ella-Vivo en una especie de Paraíso en La Tierra. 
                          Eso era lo que Esteban más deseaba oír. La confirmación de labios de Isabel de que él la hacía feliz. 
                           Esteban rodeó con su brazo la cintura de Isabel y la acercó a su cuerpo. La joven rodeó con sus brazos el cuello de su marido. 
                              Le besó con suavidad en los labios. 
                              Permanecieron un rato abrazados. Isabel hundió su cara en el pecho de Esteban. Y el joven la besó con ternura en los labios cuando ella, al cabo de un rato, alzó la mirada. 
                               La besó en la mejilla. 
-Será mejor que volvamos a casa-le sugirió-Ya ha anochecido. Hace frío. Volvamos a casa, Isabel. 
                              Los dos regresaron a casa sin disimular su prisa. Lo que más deseaban en aquellos momentos era buscar el refugio de su habitación. Toda la servidumbre que tenía (una criada, una cocinera y una doncella) se había retirado a sus habitaciones. 
                            Ya estaban dormidas. Y ellos estaban solos. Deseaban tener un hijo. Entonces, serían muy dichosos. 
                          Subieron sin hacer el menor ruido a su habitación. Isabel disimuló una risita. Todavía eran unos recién casados. 
-No hagas ruido-le siseó a Esteban. 
-¡Ay, Isa!-suspiró él.                              
                         Isabel y Esteban entraron en su habitación. 
                         Isabel se desnudó ella misma. No quiso pedir ayuda a su doncella. 
                         Pensó en lo disparatada que podía llegar a ser la vida. No hacía ni un año que estaba viviendo en Tordesillas. 
                         Era una joven soltera que había descubierto lo que era el amor y la pasión. Y, ahora, se encontraba viviendo en una isla lejos de Tordesillas. Una mujer casada...Y enamorada...
                         Que yacía acostada en la cama. Desnuda...Y a punto de entregarse a su marido. 
                         Cuando Esteban terminó de desnudarse del todo, se acostó en la cama al lado de Isabel. 
                         Podía pasarse toda la noche demostrándole de manera física lo mucho que la amaba. 
                         Sentía que era parte de ella cuando estaba encima suyo. Amaba a Isabel desde la primera vez que la vio. Cuando se asomó a la ventana de su casa para ver cómo pasaba el toro que había sido soltado para lancearlo el día del torneo. 
                        Entonces, supo que Isabel era la mujer que siempre había estado esperando. Una mujer que deseaba viajar, al igual que él. Pero que también deseaba fundar su propio hogar. Una mujer diferente al resto de mujeres que había conocido. Isabel tenía algo que la hacía especial. Lo advirtió cuando vio que apartaba su mirada en el momento en el que toro empezaba a ser lanceado. Y porque no terminaba de creerse aquel rumor. 
                       Lo de que las personas que habían sido heridas por asta de toro habían sido atacadas por una especie de toro salido del Averno. 
                         Se olvidaron de todo. Mientras se besaban. Mientras se devolvían el uno al otro beso por beso, pensaron que habían nacido para estar juntos. 
                          Se besaron de manera íntima mientras intentaban darse placer el uno al otro. Se conocían demasiado bien. 
                          Isabel sentía el cuerpo de Esteban encima de ella. Abrazándola. Notaba cómo una de sus manos acariciaba su cabello. Cómo la otra mano recorría su cuerpo. Podía sentir los labios de Esteban besando su garganta. Cómo la besaba en los hombros. 
                        Cómo besaba uno de sus pechos. Cómo recorría con sus labios el vientre de ella. Se susurraron palabras llenas de amor. 
                        De noche, cuando aparecían las estrellas, la cama era el lugar donde ambos se refugiaban. Donde las manos del uno recorrían el cuerpo del otro. Dónde los labios del uno recorrían con adoración cada centímetro de la piel del otro. Lamiendo. 
                          Y, aquella noche, como otras muchas noches, se fusionaron convirtiéndose en un sólo ser. 
                          Al acabar, Isabel besó con arrobo los labios de Esteban. Todavía no podía creerse nada de cómo había evolucionado su vida. 
-¿Nunca has pensado en regresar algún día a Simancas?-le preguntó-¿O de que volvamos algún día a Tordesillas? Cuando ya no se hable nunca más del dichoso toro. 
                       Esteban le dio un beso en la punta de la nariz. 
-Puede que sea verdad lo que se cuenta-respondió el joven-Puede que existan demonios en forma de toro dispuestos a hacer el Mal. Eso no se sabe. 
-Yo creo que hay alguien de carne y hueso haciendo daño a los demás-opinó Isabel-Y se aprovecha de la superstición de la gente. 
                         Isabel fue la primera que se quedó dormida. 
-Descansa-le dijo a su marido. 
                         Isabel era una joven racional, pero, al mismo tiempo, era apasionada. Una curiosa mezcla que volvía loco a Esteban. Que le hacía querer saber más acerca de ella. 
                         Cuando su cuerpo invadía el cuerpo de ella, sentía que había nacido para estar dentro de ella. Que sólo vivía para sentir cómo las uñas de Isabel se clavaban en su espalda cuando se amaban. Antes de quedarse dormida, Isabel cogió las manos de Esteban y se las besó. Le miró a los ojos unos segundos con adoración antes de cerrarlos para quedarse dormida.  
                          Esteban rodeó con sus brazos la cintura de Isabel. Y ella apoyó la cabeza sobre su hombro. 
-Duerme, amor mío-le susurró-Y nunca tengas miedo. 

                           Mi querida Isabel:

                          Rezo mucho por ti. Rezo para que Dios os proteja a Esteban y a ti. He recibido con gran alegría tu carta. 
                         El saber que eres feliz me llena de dicha. Las cosas no han cambiado por Tordesillas. 
                         Han arrestado a dos mujeres acusadas de brujería. Dicen que ellas son las que han invocado al toro infernal para hacer daño. Mucho me temo que serán condenadas. 
                          Intento ser racional, mi querida Isabel. Pero el miedo me vence. 
                          Por suerte, tienes a tu lado a un hombre bueno y cariñoso que te ama de verdad. Rezad los dos mucho y de corazón para que esa felicidad sea eterna. Y apoyaos en Dios siempre. 
                           Hemos hecho voto de silencio en el convento. No podemos hablar entre nosotras durante un mes. ¡Quiera Dios que sea para bien! Le pido que nos proteja. Le pido a la Virgen de la Peña que interceda ante Dios por nosotros. Verdad o mentira, ese toro infernal me aterra. Y no sé cuál es la verdad. Me temo que nunca sabremos la verdad, mi querida Isabel. 

                           Avancemos un poco. 
                          Nunca se ha sabido la verdad. 
                          Nunca se ha sabido si de verdad existió un toro infernal. 
                          O si, en realidad, era un hombre o una mujer de carne y hueso. Alguien que disfrutaba haciendo daño a la gente. Y que se aprovechó de un tiempo de superstición para poder salir impune de sus delitos. Pero la leyenda del toro infernal sigue circulando a día de hoy. Incluso, hay quien afirma que oye mugir a un toro cerca de la vega cuando el ganado ya se ha recogido. Unos turistas ingleses dicen que vieron de noche correr a un extraño toro. 
                          Tenía los ojos de color rojo sangre. 
                         En cuanto a Esteban e Isabel, sólo se puede decir que fueron muy felices. De su matrimonio nacieron dos hijas que, a su debido tiempo, se casaron y tuvieron hijos. 

FIN
                   

miércoles, 29 de octubre de 2014

NO MÁS FANTASMAS

Hola a todos. 
Como ya sabéis, participo en el reto que han organizado nuestros amigos del blog "Acompáñame" para celebrar Halloween. 
El relato con el que participo me pareció que era demasiado largo, de modo que lo he dividido en dos partes. 
La primera parte, forma parte del reto y la podéis leer en mi blog "Un blog de época". 
La segunda parte, podéis leerla a continuación. 
Está dividida en dos partes. 
Se titula No más fantasmas. De esta manera, pongo punto y final a una historia que de la que escribí media hoja hace once años y que abandoné. De no ser por el reto de Halloween del blog "Acompáñame". De no ser por los sabios consejos que he recibido. Posiblemente, esta historia habría seguido siendo media hoja escrita en Word y olvidada en una carpeta de mi ordenador. 
La primera parte la podéis leer hoy. La segunda parte la podéis leer mañana de seguro. 
Espero que os guste. 


NO MÁS FANTASMAS

                      El año 1622 había empezado. 
                      Después de la Epifanía de los Reyes Magos, Isabel Duarte acudió al Monasterio de Santa Clara, situado en la villa de Tordesillas, para ver a su mejor amiga, la hermana María Inocencia. Isabel se sentía rara cada vez que entraba en el locutorio. Unas celdillas la separaban de la que para ella era como una hermana. 
                       También se le hacía raro ver a su amiga vistiendo el hábito de monja. La hermana María Inocencia no había renunciado a su nombre laico. 
                       Pero Isabel la recordaba como una joven de carácter más bien alocado. No soportaba llevar puesta la gola. Odiaba tener que llevar el cabello recogido en un moño. Soñaba con vivir numerosas aventuras. Con viajar a países lejanos y exóticos. 
                         Y, sin embargo, había terminado profesando como monja clarisa. 
-¡Qué alegría me da verte, Isabel!-exclamó la hermana María Inocencia cuando entró en el locutorio-No te esperaba. 
-He venido a darte una noticia-atacó la aludida-Voy a casarme. 
-¿Cómo dices?
                         Isabel le contó a la hermana María Inocencia cómo había conocido a Esteban en el pasado Torneo del Toro de la Vega. Cómo se habían enamorado. Y cómo habían empezado un apasionado romance. 
                             La hermana María Inocencia escuchaba con estupor cómo Isabel le relataba cómo había yacido desnuda entre los brazos de Esteban recibiendo sus besos apasionados. 
-¡Eso no es nada propio de ti!-se escandalizó la hermana María Inocencia-¿Cómo has podido perder tu honra con ese joven? ¿Sabes lo que se dice? Una mancha en la honra con sangre se lava. 
-Ni mi padre ni mis hermanos saben nada-contestó Isabel con tranquilidad.
-¿Y por qué os vais a casar?
-Esteban vino ayer a mi casa y le pidió mi mano a mi padre en matrimonio. Esteban dice que no podemos estar separados y que no le basta con que nos veamos de manera furtiva a la orilla del río. Quiere que nos casemos. 
                               A través de las celdillas, la hermana María Inocencia vio cómo la cara de Isabel estaba radiante de dicha. Cómo su sonrisa parecía iluminar el locutorio. Cómo sus ojos brillaban. Deseó poder salir de aquel lugar. 
                              Abrazarla. 
                              A simple vista, Isabel no había cambiado. Llevaba puesto un sobrio vestido de color gris, que hacía juego con el color de sus ojos. Llevaba su cabello negro recogido en un elaborado moño. 
                              Pero Isabel había cambiado. El amor había llegado con fuerza a su vida. Y el hombre del que se había enamorado la correspondía. Ello despertó en la hermana María Inocencia recuerdos muy dolorosos. 
-Una vez, estuve enamorada-le confesó a Isabel. 
-He oído algunos rumores-admitió su amiga. 
-Yo sí creo que existe un toro salido del Infierno que vaga por la vega. Mató al hombre que amaba. Mi vocación religiosa es sincera. Pero...Él me hacía dudar por lo que sentía yo por él. Nunca se lo dije. Ha sido mi mayor secreto. Aunque...
-La gente habla. 
-Tú serás feliz al lado de ese joven llamado Esteban. Te aseguro que soy feliz viviendo en el Monasterio. Aunque...Bueno...Ya no importa. Dios es misericordioso. Cuidará de ti. 
                             Los ojos de la hermana María Inocencia se llenaron de lágrimas. 
                             Le dolía mucho tener que despedirse de Isabel. Esteban no pensaba quedarse en Tordesillas. Tampoco pensaba regresar a Simancas. Él quería seguir viajando. Y la idea de viajar junto a su amado llenaba de alegría a Isabel. Él la llevaría a recorrer toda España. 
                            Pero no podían pasarse la vida entera viajando. 
                            Antes o después, debían de encontrar un lugar donde vivir. Tener su propio hogar. Fundar una familia. 
                            Y estaba también lo que se decía de aquel extraño toro. Podía ser una invención de la gente. Pero también podía ser real. La hermana María Inocencia no se lo contó a nadie. Pero creía oírlo mugir en la noche. Cuando yacía acostada en el camastro de su celda. 
                            Sentía miedo. Y sabía que Isabel también sentía miedo. 
                            Pero no quisieron hablar de ello. 
-Cuídate mucho, Chencha-le pidió Isabel. 
-Rezaré mucho por ti, amiga-le aseguró la hermana María Inocencia. 
-El toro...
-Si ese animal ha sido puesto en la vega por obra de Satanás, Dios acabará con él. No te preocupes. Y reza mucho, Isabel. 
-Así lo haré. 
-Vas a ser muy feliz. Eso es lo más importante. 
                            Pasaron algunos meses. 
                            La hermana María Inocencia era consciente de que nunca más volvería a ver a Isabel. 
                            Le llegó una carta suya después de Semana Santa. 
                            Isabel le aseguró en la carta que estaba muy bien. Y que se sentía la mujer más feliz del mundo. 
                             Pero no sabía cómo hablar con su mejor amiga de la intimidad que compartía con Esteban. Se había casado con él. 
                            


                            No sabía cómo expresar en sus cartas lo dichosa que era cuando se unía en el lecho a Esteban y él la besaba con ardor. Cómo ella le devolvía con el mismo ardor todos los besos que él le daba.
                            Cómo sentía las manos de él acariciando su cabello suelto. Lo feliz que era al abrazarle. O cuando Esteban llenaba de besos cada centímetro de su piel.
                             La hermana María Inocencia deseaba saber dónde estaba viviendo Isabel con su marido. Entonces, podría escribirle una carta.
                             Podría contarle que el toro fantasmal había vuelto a atacar. Que se había cobrado la vida de otro hombre.
                             La gente tenía miedo en la villa. Decían que la mujer que había sido arrestada acusada de brujería no era quien había traído a aquel toro sacado del Infierno.
                             La hermana María Inocencia intentaba ser valiente.
                            Pero su compañera de celda rezaba mucho. Estaba convencida de que aquel extraño toro iría al convento. No se conformaría con matar a los vecinos de la villa.
-Vendrá a por nosotras-le aseguró con voz temblorosa una noche en que se puso de rodillas sobre su reclinatorio para rezar-Es el propio Diablo quien guía sus pasos.
-Entonces, se nos dirá lo que debemos de hacer-dijo la hermana María Inocencia.
-Ya hemos empezado con el ayuno.
-Se nos impondrá otra penitencia aún mayor.
                             En septiembre, se celebró de nuevo el Torneo del Toro de la Vega. Pero había mucho miedo entre los lanceros.
                             La sobrina del ama de llaves del Corregidor fue corneada una noche cuando regresaba del cementerio de colocar flores en la tumba de su amante. La joven estuvo agonizando durante tres días. El toro le había perforado un pulmón, según dictaminó el médico que la atendió. La joven murió al cuarto día. En su delirio, hablaba un toro que era guiado por el mismísimo Satanás.
                         Al día siguiente de aquel trágico suceso, la hermana María Inocencia recibió una carta. Era de Isabel.
                          Una alegría en medio de tanta desgracia, pensó. 

jueves, 14 de agosto de 2014

TRISTE CARTA DE AMOR

Hola a todos.
Este relato está publicado en mi blog "Un blog de época".
Pero me he animado a subirlo a este blog también. Es una historia de amor que no tiene un final feliz. Porque hay historias de amor que terminar, por desgracia, mal.
Merece la pena verlo.

                               1810 está finalizando, Darío.
                              Y yo te escribo desde nuestra isla.
                              Yo había salido a dar un paseo por la isla. Es pequeña y los árboles que la cubren dan la sensación de que te puedes perder. Entonces, apareciste tú.
-Buenas tardes...-me saludaste.
                               Habías surgido de la nada, como una aparición. Me sobresalté al verte.
-¿Quién es usted?-le pregunté-No le he visto nunca antes por aquí.
-Estoy aquí de paso-respondiste.
                                Cogiste mi mano y depositaste un beso en ella con reverencia. Yo estaba atónita. Me pareciste el hombre más gallardo que jamás había conocido.
-¿Vive aquí?-me preguntaste de nuevo.
-Sí...-respondí-Sólo vivimos unas pocas familias aquí. Mi familia es una de ellas.
                           Se me estaba haciendo tarde. Era la hora de volver a casa.
                           Fue nuestro primer encuentro. Lo llevo grabado a fuego en mi mente. Cogiste de nuevo mi mano. Yo escuchaba el canto de los pájaros posados en las ramas de los árboles al tiempo que me apretabas con suavidad la mano. Tu mano ardía al contacto con el dorso de mi mano. Me besaste de nuevo la mano. Pero también me besaste la palma.
-¿Volveré a verla?-me preguntaste de nuevo.
-No sé nada de usted-respondí.
-Me llamo Darío. No tengo apellido.
                          Oí la voz de mi madre llamándome. Te miré y me devolviste una mirada tan profunda que pensé que me estabas leyendo la mente. Que podías llegar a leer cada uno de mis pensamientos.




                             Vivir sola no es fácil. Saber que nunca te vas a casar porque careces por completo de dote es muy difícil.
                              Mi hermana Ane y yo compartimos habitación.
                             Yo no puedo dormir la mitad de noches. Oigo cómo Ane llora. No se resigna a la situación en la que vivimos.
-¡Esto no es justo!-solloza.
-Lo sé-le digo.
                               No tardé mucho en volver a verte.
                         Nuestros encuentros se fueron sucediendo. Entre los árboles, nos encontrábamos. Nadie supo que nos veíamos. Cuando lo pienso, mi querido Darío, soy consciente de que fue un milagro.
                         Poco a poco, nos fuimos conociendo mejor. Caminábamos entre los árboles y tú me cogías de las manos. Te atrevías a darme un beso en las mejillas.
-Quiero saberlo todo de ti-te pedía.
                       Te conté que vivía en Santa Clara desde hacía algunos años. 
-Vivimos aquí escapando de nuestros acreedores-te confesé.
                     Mi familia es oriunda de Tolosaldea. Mi padre era un próspero comerciante. Pero tuvo la desgracia de arruinarse. Vinimos aquí con la esperanza de no ser encontrados. Sólo nos queda a mi hermana menor y a mí la esperanza de casarnos con algún joven que viva en la isla. Pero son pocos, muy pocos, los jóvenes que aquí habitan.
-¿De dónde eres tú?-te pregunté.
-Soy huérfano-respondiste-No sé quién fue mi madre y tampoco sé quién fue mi padre. Crecí en un orfanato en Aduna.
-Lo siento mucho.
-No importa, Camila. Todo está bien.
                   Te di un beso en la mejilla. Percibí mucha tristeza en tu voz.
-¿Has intentado encontrar a tu madre?-quise saber.
-Ya no me importa-contestaste-Estamos en guerra contra los franceses. Puedo morir porque soy soldado. Estoy de permiso.
                      Seguimos viéndonos a escondidas. Ane, mi hermana, sospechaba algo. Cada vez que yo iba a salir, me preguntaba adónde iba. Pero prefería guardar silencio. Me colocaba mi capa encima de mi vestido. Tanto Ane como yo corremos serio peligro de quedarnos a vestir Santos. Tengo veintiocho años. Y Ane tiene veinticinco.
                         Una tarde, estaba en el recibidor poniéndome el sombrero. Apareció Ane. Me taladró con la mirada.
-¿Adónde vas?-me interrogó.
-Voy a salir a dar un paseo-contesté.
-La marea está muy alta. No quiero que te pase nada. Podría acompañarte.
-Quédate aquí y termina el mantel que estás bordando.
-¿Acaso te estás viendo con alguien?
                     No le contesté. Pensé que Ane me había leído la mente. Me sobresalté. Salí de casa lo más deprisa que pude.
                      Te vi escondido detrás de un árbol. Fui hacia ti. Casi volaba de las ganas que tenía de estar de nuevo a tu lado, Darío.
-Lo siento-me excusé-Llego tarde por culpa de mi hermana.
                       Nos cogimos de la mano. Mi mano, al entrar en contacto con la tuya, se tornaba caliente. Tenía las manos frías. Tú me transmitías calor.
-¿Qué ha pasado?-quisiste saber.
-Creo que sospecha algo-contesté-Pero...¡Es ridículo! No hemos hecho nada malo.
                     Nos abrazamos. Yo me sentí muy cerca de ti. Me diste un beso en la mejilla. Cogí tu mano y me atreví a besártela, antes de apartarme de ti.

                      Empecé a odiar mi ropa. Miraba mi armario y toda la ropa que veía me parecía demasiado vieja y sosa. Dada mi condición de solterona, he de vestir con vestidos de colores oscuros.
                      Una tarde, me miré en el espejo, con mi vestido marrón ya puesto. Me dieron ganas de ponerme a chillar de horror.
                     Sólo tenemos una criada que hace las veces de doncella con mi madre, con Ane y conmigo. Me dijo que yo estaba muy guapa con aquel vestido puesto. No la creí.
-Es un vestido muy feo-protesté-¡No me gusta!

                      Unas tardes después, llegó nuestro primer beso. Tengo la sensación de que han pasado horas desde aquel día, Darío. Puedo escuchar las olas bañando la Playa de La Concha. Y nosotros estábamos solos, aún cuando oíamos a gente ir y venir.
                      Nos sentamos en el suelo. No sé cómo, te acercaste mucho a mí y me besaste con suavidad en los labios. Para mí, fue mi primer beso. Tú eras cinco años mayor que yo. Tenías más experiencia que yo a la hora de besar. Me envaré.
-Lo siente-te disculpaste.
-No has debido hacerlo-te recriminé.
-Pero no me arrepiento. Quería hacerlo. Deseaba hacerlo, Camila.
-¡Pero está mal!
-No creo que esté mal. Hay algo muy especial entre nosotros.
-No soy tonta. Yo también percibo lo que hay entre nosotros. Y es maravilloso, Darío. 


                         Regresé a mi casa al cabo de un rato. Iba sumida en una nube de romanticismo. 
                         Cuando nos volvimos a ver, acariciaste con las manos mi cabello castaño. Yo te besé con suavidad en las mejillas. Me besaste en la frente. Me abrazaste con fuerza.
                       Entonces, me lo contaste.
-Salgo mañana para el frente-dijiste-No sé cuándo volveré.
                         Tú acariciaste mis manos y noté que tus dedos estaban fríos y temblorosos. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Me besaste en la mejilla. Me besaste en la otra mejilla. Contuve las ganas que tenía de romper a llorar. El mundo dejó de tener sentido para mí.
                       Aquella tarde, me entregué a ti. Caímos sobre el suelo. Semidesnudos...
                      Recuerdo bien cada beso que nos dimos aquella tarde. Cada caricia que nuestras manos nos brindaron. Tú yo...Solos...Los abrazos que nos dimos.
                       Me besaste en el cuello. Me besaste muchas veces en los labios. Llenaste de besos mis hombros. Mordisqueaste los lóbulos de mis orejas. Perdí la cuenta de los abrazos que nos dimos. De las caricias que tus manos me brindaron. Nos poseímos. Nos entregamos el uno al otro.
                       Nos separamos a la caída del Sol. Regresé a mi casa en una nube. Mi corazón se iría contigo al día siguiente.
                         Pero yo sabía que volverías. Durante semanas, esperé tu regreso. Recibí varias cartas tuyas que guardo como oro en paño. Cuando me siento sola, las releo una y otra vez. Entonces, creía que ibas a volver a mi lado. Que nos casaríamos y seríamos felices.
                        Empecé a ver a Ane feliz. No sabía lo que le pasaba.
                        Un día, la vi paseando con un joven vecino de la isla. Al despedirse, él la besó en las mejillas.
                        Por la noche, fui a su cuarto a hablar con ella. Ane estaba cepillándose ella sola el pelo. La doncella que compartimos se retiró llevándose la ropa que había llevado puesta Ane durante la cena para lavarla al día siguiente.
-Te he visto con un joven esta tarde-le comenté a mi hermana.
-Estoy enamorada de él, Camila-me confesó Ane.
                       Te juro que me sentí feliz por ella.
                       Me senté en su cama. Ane, sentada ante su tocador, se giró para mirarme.
-¡Lo amo y él me ama!-me aseguró-Te ruego que lo entiendas, Camila.
-Te entiendo perfectamente, hermana-afirmé-Sé lo que sientes. Pero no puedo decirte más nada.
                       Ane esbozó una trémula sonrisa. El hombre del que se había enamorado era más bien pobre.
                        Estaba convencida de que nuestros padres nunca lo entenderían. No quería contarles nada por el momento. Me confesó que él ya la había besado en los labios en varias ocasiones.
-Tengo veintiséis años-dijo-Soy ya vieja para el matrimonio. Pero me estoy comportando como una chiquilla sólo porque, por primera vez en mi vida, estoy enamorada.
                        Pensé en ti, Darío. En lo feliz que sería en cuanto regresaras. Empecé a soñar despierta.
                        Imaginaba una boda doble. Ane y su amado...Tú y yo...
                        El despertar a la realidad fue muy duro. Hace menos de una semana que recibí la noticia de tu muerte, Darío. Desde entonces, no hago otra cosa que no sea llorar. Salgo de mi casa para que nadie me vea llorar. Camino entre los árboles donde nació nuestro amor. Oigo el sonido de las olas. Y siento que me falta la vida porque me faltas tú, Darío. ¿Cómo voy a seguir viviendo si faltas en mi vida, mi amor?
                   No soy nadie. Soy una sombra de mí misma. No puedo seguir viviendo. Pero he de vivir porque no puedo dejar a mi familia. Aunque siga amándote como te amo.


FIN

sábado, 2 de agosto de 2014

LA VIUDA DE LA ATALAYA

Hola a todos.
Hoy, empiezo a subir fragmentos de mi relato La viuda de la atalaya. 
Los iré borrando de mi blog "Un blog de época" para pasarlos a esta blog que le he creado. Una historia tan especial merece tener su propio blog.
En el fragmento de hoy, dejaremos hablar a Julie, que es el nombre que recibirá a partir de ahora la protagonista.
Julie tiene un diario en el que cuenta todo lo que pasa por su cabeza.
Confieso sentir cierta adoración por los diarios, ya que tuve un diario en mi adolescencia.
Pero eso es otra historia.

                                  Camino por la atalaya del castillo. 
                                  Aunque mis padres siempre lo han negado, he oído rumores. Puedo sentir una presencia cerca de mí. 
                                  No la veo. Pero yo sé que está ahí. Puedo sentir que está cerca. Es una figura invisible, pero, de algún modo, se hace notar. 
                               Me río de mí misma al pensar que creo que existen los fantasmas. ¿De verdad existen los fantasmas?
                               No estoy sola caminando por la atalaya del castillo. Aunque no pueda verla, hay alguien conmigo. Es una mujer. 
                               Mi prima Frances sube a buscarme a la atalaya. 
-Está empezando a anochecer-me indica-Tus padres se están empezando a preocupar. ¿Te ocurre algo, Julie?
-Estoy bien-contesto. 
                             Pero es mentira. No me siento nada bien. No me gusta pensar que pueda haber un fantasma habitando en el castillo donde mis padres, mi prima Frances y yo vivimos. Es como sentir que hay una especie de amenaza que se cierne sobre nosotros. No conozco a ningún fantasma que sea bueno. 
                             Están los Ángeles de la Guarda. Pero los Ángeles de la Guarda son buenos. Se preocupan por los demás. 
-Entonces, es verdad lo que dicen-afirma Frances. 
-¿A qué te refieres?-inquiero. 
-Oigo hablar a los criados. Dicen que aquí vive un fantasma. Yo pienso que es una tontería. Pero...¿No notas que hay alguien más en la atalaya? No la veo. Pero siento cómo alguien nos estás observando. 
-¡Calla, Frannie, por Dios!
-¡Es la verdad! Ven. Bajemos. 
                         Frances me coge de la mano. Tira de mí para que la acompañe. 

domingo, 20 de julio de 2014

ADVERTENCIA

Hola a todos.
Al pasar mi relato La viuda de la atalaya de mi blog "Un blog de época" donde esta colgado (aunque sin terminar) lo hago con la intención de efectuar algunos cambios que afectan a los nombres y a los apellidos de los personajes así como a la época en la que transcurre, que pasará a transcurrir en la Regencia.
No varía para nada el argumento como tampoco varía para nada el lugar donde transcurre la acción (la isla de Saint Patrick).
Atentos a los cambios que se van a producir.
La historia irá pasando poco a poco a este blog.
Muchas gracias por todo.

miércoles, 2 de julio de 2014

LA VIUDA DE LA ATALAYA

                       Vive en la atalaya del castillo de la isla de Saint Patrick.
                        Está esperando la llegada de su amado.
                        Él le juró que volvería a buscarla.
                        Los años han pasado.
                        Pero ella le sigue esperando. Confía en la sinceridad de su amado.
                       Sabe que él no la ha abandonado.
                       Pero el tiempo sigue pasando. Es su peor enemigo.
                       Pero ella sigue subiendo a la atalaya. Mira hacia el horizonte. En ocasiones, cree que le ve llegar.
                       Podrá venir en un barco. Podrá venir a pie. Ella no deja de esperarle. Nadie la ve. Su cuerpo ya no existe. Pero sí existe su espíritu. Y ese espíritu se mantiene fiel a él. Al hombre que amará durante toda la Eternidad.
                       Su verdadero amor...